lunes, 25 de octubre de 2010
RELACIONES DE PAREJA
Buenas tardes, comenzamos esta conferencia sobre las relaciones de pareja, un tema amplio que de momento no sabemos a dónde nos llevará porque siempre es después que se pueden leer los destinos del caminar, y además tampoco pretendemos concluir nada sino abrir la posibilidad de un recorrido, porque ustedes también saben que lo importante no es el camino sino el caminar.
Les invitamos a hacer preguntas siempre que lo deseen, en cualquier momento de la exposición y como nosotros los humanos sólo deseamos lo que en el otro es deseo iniciaremos este debate con una pregunta: ¿Qué es el deseo?
No hay otra forma de acercarse a los conceptos que no sea bordeándolos, nunca hay camino directo tampoco para el amor, vamos a ver como el hombre y la mujer siempre se relacionan a través de la falta, que la relación sexual no es la suma de dos mitades sino un complejo acontecer de dos sexualidades radicalmente diferentes, por eso que perseguir el placer al unísono o el acuerdo tácito son tiranías que nos desvían del otro; nadie es igual a nadie, si bien todos debemos renunciar a los mismos deseos sexuales infantiles (poseer a un progenitor y eliminar al otro), pero los humanos no estamos hechos para tolerar las diferencias y en la pareja habrá siempre una tendencia a someter al otro, a querer que el otro haga las cosas que a uno le gusta hacer, a pensar que el otro goza de la misma manera; ahora bien, no sólo tendemos a someter al otro, sino que en esa fascinación imaginaria que va a ser el otro para mi antes de hablar quien queda sometido es uno mismo, es decir, el espíritu del sacrificio tiene hondas raíces en la constitución humana, e incluso es a veces avalado por la sociedad como una de las formas del amor, sin embargo sacrificar es siempre una suerte de amenaza al otro, que cuando no obtiene la recompensa esperada se transforma en venganza; venganza que a falta de una satisfacción real en el otro cae sobre el propio sujeto; sacrificarse por amor es en realidad uno de los rostros del desamor, de la traición.
Pensemos en un ejemplo: uno de los miembros de la pareja renuncia a ir digamos a un viaje, porque su compañero tiene que trabajar ese fin de semana y no puede salir fuera, ella se abstiene entonces de visitar esa ciudad que tanto quería conocer desde hace tiempo, porque según dice no desea acudir sin él, ni llamar a otros o viajar sola, pues bien es seguro que esa aparente historia de amor, donde “si tú no vienes yo no voy”, concluye en una estruendosa discusión según avanza el fin de semana; y este hacer que puede resultar cómico en su faceta de anécdota es una verdadera tragedia cuando se establece como forma de vida; tragedia que generalmente se escribe en los crueles rieles de la depresión.
Hay una especie de fórmula en psicoanálisis que dice: sólo somos culpables de haber cedido en nuestro deseo ¿por qué? porque no hay nada en la vida de un humano que suceda sin implicación del sujeto, pero a veces esta intervención es para hacerlo triunfar y otras es para hacerlo fracasar.
No suele resultarnos sencillo ponernos en el centro de nuestra cuestión, amarrarnos a nuestros deseos, más bien solemos buscar excusas (exclusas) que nos alejen del mismo, como el sacrificio, la mala suerte, la ignorancia, formas todas ellas de evitación del propio deseo. Las recriminaciones que suelen hacerse a la pareja son en realidad un desplazamiento en el otro de anhelos propios o autoreproches, de tal forma que el “nunca salimos a ninguna parte” pudiera tal vez traducirse en “nunca me animo a hacer el trabajo necesario para relacionarme con otros y embarcarme en actividades diferentes”.
En el humano todo se construye, la inteligencia, el amor, el deseo; no nacemos sujetos deseantes sino sujetos deseados, es decir, es gracias al deseo de otros que llegamos al mundo, un mundo que en un principio sólo nos afecta en función de lo que nos interesa porque nos da placer, de tal forma que el primer objeto de amor será la propia imagen y la primera satisfacción sexual autoerótica.
Será a través de la aceptación de la diferencia sexual que introduce la relación existente entre reproducción y muerte como iremos accediendo al campo de los deseos; el desengaño de saber que aquel privilegiado objeto erótico que era para el niño la madre desea a otros que no son él será la puerta de entrada al mundo, es decir, nos civilizamos por un desaire y esto no quiere decir como anuncian algunos decires que “la letra con sangre entra” porque en cualquier actividad será necesario un goce, una alegría de hacer, para mantenernos en ella, sino que la carencia del otro es constitutiva, o dicho de otra forma, que el otro no nos pertenece, ni nos perteneció, aunque esa conjunción donde eramos amados y amabamos (aunque todavía con una forma de amor narcisista que no tiene en cuenta al otro y sólo busca ser amado) nos hizo pensar que eramos una misma persona; y este momento mítico del crecimiento donde el niño confunde a la madre con su propio ser, situación que en psicoanálisis llamamos célula narcisista, conforma una atracción peligosa en toda relación de pareja donde la aparente reciprocidad de ese amor nos vuelve a seducir con la falsa idea de volver a ser uno entero, completud que en realidad tampoco antes tuvimos; es entonces cuando el sentimiento de propiedad sobre el otro acontece y surge el maltrato.
La falta nos constituye, nos hace sujetos del deseo, nos introduce en el orden simbólico, en la cultura, y como estamos viendo es el deseo del otro lo que nos mueve a desear, es decir, no hay nada en el exterior que pueda movilizar nuestro deseo si no es el deseo de otra persona; igual que el niño aprende de la existencia de un padre porque la madre lo introduce en su discurso, así aprendemos de la existencia de otros mundos como es por ejemplo la escritura, o la fotografía; ahora bien el deseo nunca es algo nombrable, aunque lo estemos simplificando tal vez en demasía para su exposición, en el sentido de poder decir “esto es lo que deseo”, si bien es por medio de la palabra como se irá construyendo, por eso que son necesarias muchas conversaciones para producir un proyecto de pareja, trabajo de construcción que además es permanente.
Sólo sabemos si hubo deseo de escribir, después de hecho el escrito, nunca se puede saber antes y será en el ejercicio de ese hacer que se irá generando mayor implicación, repetición que incluye la diferencia, porque uno se transformó en ese hacer, aunque no se diera cuenta; por eso que una pareja es algo que tarda años en construirse como tal.
Se desean deseos quiere decir que deseamos aquello que en el otro es falta, y es falta porque uno no tiene el libro que va a escribir sino el vacio de la hoja en blanco, siempre se comienza desde el vacio, desde cero, y cuando no es así la angustia nos paraliza. Y es precisamente esta incertidumbre, este no saber hasta después lo que a veces queremos tapar con amor y en vez de hacernos sujetos del deseo, sujetos divididos, contradictorios, paradojales, siempre carentes nos hacemos objetos de amor; buscamos entonces que nos amen, pero no sólo por nuestras virtudes sino también por nuestros defectos. El sentimiento de inferioridad que a menudo se atribuye a la falta de autoestima es en realidad un no sentirse amado en el espejo del otro. El narcisismo infantil se transforma en el curso del desarrollo del yo en lo que en psicoanálisis llamamos yo-ideal, instancia psíquica que es la sede de la antigua megalomanía infantil, del primitivo sentimiento de omnipotencia que caracteriza el amor ególatra al que el niño se consagra. Por esta razón, aprender a amar no consiste en fomentar la autoestima ( que como vemos es amarse a uno mismo conforme a una imagen ideal heredera de todas las perfecciones que el niño se atribuía en las más tierna infancia), sino en promover la otroestima, esto es, el amor al otro; además en el amor lo importante no es a quién se ama sino cómo se ama; ¿ se ama conforme al narcisismo del yo que sólo persigue ser amado? o ¿se ama teniendo en cuenta al otro, es decir, aceptando las diferencias y en relación a los pactos?; es necesario amar a muchos otros hombres y mujeres para poder construir una relación de pareja, es decir, es necesario estar en el mundo, si sólo amo a un hombre o a una mujer todavía estoy fuera del campo del amor, en tanto hecho social, y sometido a la tiranía de la imagen donde el otro no existe sino en función de mis necesidades.
Amar nos hace humildes y el amor siempre es sexual, también el amor entre amigos, porque se ama con libido, pero no sólo se ama con libido también se estudia con libido, se escribe con libido, se arregla la radio con libido…..y ¿ qué es entonces la libido? probablemente os esteis preguntando; bueno, un primer acercamiento a este término psicoanalítico, teniendo en cuenta que las definiciones nunca alcanzan a rodear un concepto e incluso la inalterabilidad, esto es, la momificación que toda definición exige hace obstáculo al estudio, un primer acercamiento, como ibamos diciendo, es pensar la libido como energía psíquica que estructura la función sexual en el sujeto ; ¿y qué hay de sexual en escribir un ensayo o en arreglar la radio que no funciona? probablemente os pregunteis ahora, quizás más asombrados y confusos que al principio de la exposición; pero esta zozobra pasajera, que la presencia de todo lo nuevo introduce, hallará cierto remanso al escuchar que la concepción popularmente más extendida, cíentificamente aceptada antes de la producción del psicoanálisis y aún vigente en lo social e incluso en algunos círculos médico-psicológicos hace equivaler erróneamente sexualidad a genitalidad; manifestación que sirve para el resto de los animales con código pero sin lenguaje, en tanto no pueden la métafora ni la metonimia, pero que nada precisa del hombre ni de la mujer.
La sexualidad en el humano se va estructurar a nivel inconsciente atravesando todo un recorrido desde la demanda de amor narcisista (” dime que me quieres, ámame”) al deseo que siempre se construye en el vacío, en la falta, en ese no saber hasta después; un recorrido desde el autoerotismo al goce interdicto; y decimos goce interdicto porque en el humano la sexualidad está organizada por la ley de interdicción del incesto, por la renuncia a ese primer amor que en realidad siempre durmió en otros brazos. La masturbación infantil y puberal o la enuresis no son sino la manifestación genital de esa intensa actividad incestuosa, que además se satisface en el propio cuerpo, es decir es autoerótica.
Por eso que amar a un único hombre o a una única mujer es en realidad una permanencia en ese primer amor que fue la madre, una madre mítica, omnipotente; y no es que la madre todo lo pueda, atribución que si la mujer hace suya y cree en ella, entonces no deja crecer a sus hijos, porque los quiere colmar, quiere que no pasen necesidad alguna, ni pena, ni dolor y en ese afán de excesivo mimo los idiotiza, sino que esa madre que en realidad nunca existió es una atribución de ese niño que todavía no puede subvertir ninguna de sus necesidades más básica y piensa a esa madre que lo cuida dotada con poderes divinos, como un ser entero, sin falla e incluso la imagina sólo para él, piensa que él es lo único que a ella le interesa. En las relaciones de pareja es muy habitual caer en esa fantasía de unicidad que supone una negación del otro; por eso que entorpecer las actividades de la pareja es una forma severa de maltrato, una expresión del sentimiento de propiedad que aún rige la vida de esa perona; hay parejas que siempre van juntos a todos lados, como si fuesen siameses, un mismo sujeto, no permiten que el otro se inscriba en clases de baile y él o ella en un taller de poesía; esto no quiere decir que la pareja no deba pasar tiempo juntos, porque precisamente la pareja es un compañero/a de viaje, alguien con quien uno desea realizar actividades, proyectos, pero si todo lo que uno hace es siempre con su pareja en esa manera hay una cierta perversión. La infidelidad podríamos incluso decir que es necesaria para comenzar a tener relaciones con otros hombres y mujeres porque como estamos viendo el primer amor del niño y de la niña es la madre, en el caso de ésta útltima transferirá más tarde esas inclinaciones eróticas al padre, después ambos orientarán su aspiraciones sentimentales a las hermanas o hermanos y por último a otras personas fuera del núcleo familiar; por otra parte uno mismo está también cambiando continuamente sin darse cuenta, cuando finalice esta conferencia ninguno de nosotros seremos ya los mismos, nos pasó algo que antes de producirlo no existía, sin embargo un encendido afán por ser fiel puede no permitirnos capitalizar los cambios, porque uno es también un otro para sí, es su prójimo más próximo; las relaciones nunca son directas sino alrededor de los pactos, lo que decimos del otro es siempre una atribución, un deseo desplazado , por eso que las certezas nunca son buenas, cada vez que le digo al otro “Tú eres así o así o así..” lo insulto porque nadie es nada antes de hablar e incluso una frase se cambia con otra frase; sin embargo en la familia, en las parejas, en los grupos de amigos se suele presumir de lo bien que se conoce al otro, de la comunicación sin palabras, de la mirada que adivina, cuando ni el propio sujeto sabe quién es antes de comenzar a hablar; uno puede pensarse muy liberal en el querer y sorprenderse en una frase que muestra lo contrario; hablar además es siempre con otro, con otro que me escucha hablar, su escucha me va a permite decir; la escucha más sofisticada es la de un psicoanalista que interrumpe su deseo para escuchar el nuestro; pero esa es la escucha de un psicoanalista, con quien tenemos un contrato laboral, no es la escucha de la pareja, que siempre va a interponer su propia manera de desear; sin embargo está muy extendida la costumbre de contar a la pareja como a uno le fue en el trabajo o en el metro; y esta forma de conversar no es correcta, es un abuso, un maltrato; con la pareja se debe conversar del mundo, de política, de literatura, de cine, de plantas, de matemáticas….lo otro es un monólogo narcisista que sirve a los celos, a la confusión, al pensar que somos iguales y lo que vale para uno vale para todos.
Entonces, estamos viendo que ese primer amor que son los padres, es decir, aquellas personas que se ocupan de los cuidados del niño despiertan también el erotismo del sujeto que no se satisface en un fin sexual, entendiendo como tal el coito, sino que está coartado en su fin y esas cargas eróticas se van a transformar, después de lo que en términos psicoanalíticos se llama el complejo de castración, en identificaciones, esto es, en la introyección de la autoridad paterna.
Es muy importante señalar que la sexualidad humana no acontece de manera única al llegar la pubertad como sucede en los demás animales que se comunican pero carecen de lenguaje, en tanto no pueden la metáfora ni la metonimia; en los demás animales el desarrollo sexual una vez iniciado continúa ininterrumpido hasta alcanzar su evolución final, sin embargo en el hombre y en la mujer la función sexual, que es en realidad la historia de la formación de su libido, tiene un arranque bifásico, con un primer despertar que dura hasta los cinco/seis años, seguido por un periodo de latencia y un segundo florecimiento al llegar a la pubertad, una vez la sexualidad infantil del primer periodo evolutivo ha sido reprimida y precipitada inconsciente durante el periodo de latencia.
¿ Y en qué se diferencia la sexualidad infantil a la sexualidad adulta?
En primer lugar debemos pensar que la pulsión sexual no nace hecha sino que está formada por varios componentes que en un principio aparecen desligados y en busca de un placer de órgano, es decir, los genitales no son la única zona erógena sino que todo el cuerpo, incluso los órganos internos, son capaces de erotización, de excitación, de acumulación de energía que necesita una descarga porque el principio del placer, “guardián de la vida”, que rige el psiquismo humano tiende a mantener el aparato en un nivel de tensión mínima, que cuando es superior se siente como displacer y cuando es inferior a ese mínimo es sentida como dolor; no obstante esta acumulación debe ser tolerada hasta cierto límite durante algún tiempo, o de lo contrario se padece neuroastenia o eyaculación precoz; trastornos que muestran, entre otras cuestiones que más adelante veremos, una dificultad del sujeto para tolerar cualquier incremento sostenido de excitación.
Ahora bien, existen ciertas zonas que son más proclives a experimentar erogenidad (Freud: “la erogenidad es la facultad de una parte del cuerpo de enviar a la vida anímica estímulos sexualmente excitantes) como la boca, el ano y los genitales; zonas que más tarde, cuando en la pubertad todas estas tendencias parciales queden sometidas a la primacía genital, servirán a modo de placeres preliminares en el acto del coito, como por ejemplo sucede en el encuentro de las dos mucosas orales que es el beso.
El depertar de las primera experiencia de placer vendrá apoyado por la necesidad fisiológica; el alimento que hace sentir el placer de la boca, la defecación que produce el placer anal y la micción asi como los cuidados de la higiene que despiertan el placer genital. Al principio el objeto de la necesidad y el objeto del deseo son el mismo por eso que tenemos una inclinación a confundir el deseo, el amor y la necesidad. El deseo siempre es en el vacío, implica incertidumbre, demora y esta zozobra vital a veces queremos calmarla con amor que siempre está sesgado hacia la ilusión de completud o con necesidad que es del orden de lo funcional, de lo útil.
Ahora bien lo más destacado de esta sexualidad infantil, que decimos autoerótica, porque se satisface en el propio cuerpo, que además está compuesta de tendencias parciales todavía no centralizadas, que nace inicialmente apoyada en las funciones vitales y que tiene su fin sexual en el placer del órgano; lo más destacado de esta sexualidad es la atribución de un único genital a ambos sexos, que es el genital masculino. Para los niños la polaridad sexual no es masculino-femenino sino masculino-castrado; sólo después de la pubertad saben que hay dos sexos y conquistan la existencia del semen y de la vagina.
Cuando esta sexualidad infantil acontece en el adulto produce sintomatología; toda la ideología basada en la debilidad mental de la mujer tiene su explicación en estas creencias infantiles, posteriormente reprimidas y olvidadas pero a veces actuales; la sensación de no poder que muchas mujeres padecen está también en relación con esa ausencia del miembro viril de la que ella adolece y adolece porque piensa que le falta, una falta que como todo en el sujeto es desplazada, es decir, lo que la mujer no tiene y el hombre teme perder es al otro; tememos perder aquello que en realidad nunca tuvimos: nunca nadie nos perteneció, nunca fuimos dueños del lenguaje, nunca fuimos inmortales.
Otra consecuencia cuando esta sexualidad infantil se muestra actual en el adulto, en este caso como forma de fijación al primer amor, es la impotencia.
La no confluencia de la corriente cariñosa formada por la sublimación y represión de las exigencias sexuales de la primera infancia con la corriente esencialmente sensual que brota con todo su vigor en la pubertad produce una situación trágica para el hombre, quien de no perder un poco el respeto a la madre en el sentido de poder aceptar que también ella es una mujer, sentirá que sólo puede desear a las mujeres a quien no ama y viceversa. La mujer en cambio padecerá de impotencia, es decir, frigidez cuando la asociación inicial entre sexualidad y prohibición, que sólo es cierta para los primeros objetos eróticos, se extienda a los demás hombres
Bueno, hasta aquí fui yo quien habló y en consecuencia estuvo más cerca del amor y del deseo, ahora es el momento de que ustedes conquisten también ese derecho: ¿alguna pregunta?
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