jueves, 12 de mayo de 2011

VIVIR DE ACUERDO CON EL DESEO


Tendremos una vida u otra en relación a cómo nos posicionemos en el lenguaje, porque sabemos que la realidad se produce en función de las frases a las que estemos anudados. En el humano no hay esencias, uno no es sino que se construye. Es por eso que pintar o escribir no son una cuestión de talento sino de trabajo. La genialidad no acontece por causas biológicas sino que es el resultado de un deseo sostenido a lo largo de una vida. No se nace escultor o poeta, es un trabajo. Hacerse sujeto del deseo implica reconocerse como mortal y esto no significa que uno ande todo el día pensando en la muerte, que sería más bien un proceso depresivo. Ser mortal es aceptar la presencia de otros, reconocer que el mundo ya estaba cuando uno llegó y continuará su existencia cuando uno fallezca. Vivir como un inmortal es posponer de continuo aquello que deseo hacer, a la espera de que aparezca una ocasión que considere propicia.

La conciencia es un órgano de percepción y como tal es engañosa. No hay momentos buenos o malos para hacer las cosas. Hacerse sujeto del deseo es someterse a lo simbólico. Somos seres deseantes porque otro humano nos introdujo. El deseo de la madre por otra relación que no sea el pequeño le muestra al niño la existencia de un mundo exterior. Esta primera decepción de ver que la madre también ama a otros que no son él es fundante, porque ese deseo de reencontarse con aquella madre mítica, que el niño desde su indefensión inicial hizo omnipotente y con quién se pensó único, pasa a hacerse inconsciente.

Se desean deseos, es decir, un niño se acerca a la lectura cuando los adultos de su entorno leen y escriben. Educar es una tarea imposible en tanto no se puede enseñar a un niño por ejemplo matemáticas, sino transmitirle el deseo de estudiar esa ciencia. Nos ayudaría pensar que es conveniente, en especial para aquellas personas que trabajan en el campo de la educación, llevar a análisis lo que a uno le pasa con los celos y la envidia, afectos que acontecen en todos los humanos. Un profesor que no sepa cómo hacer con la envidia impedirá, de manera inconsciente que sus alumnos crezcan.

El deseo siempre está, pero no siempre es un deseo civilizado, al servicio de la cultura. Tengo el deseo de estudiar medicina cuando me veo dando los pasos necesarios para que eso se produzca. El niño que aún no puede las cosas del adulto fantasea que lo hace y señala con el dedo como si leyese las líneas del libro con el que juega. Es un deseo que aún no tiene en cuenta la realidad y alcanza el placer por el camino más corto; en vez de ponerse a trabajar fabula. En el adulto la acción se inhibe cuando tiene su libido volcada en su fantasía. El neurótico, y no olvidemos que todos tenemos algún rasgo neurótico, en vez de ponerse en el camino de conseguir aquello que según él desea, se empeña en buscar porqués. Nunca hay razones para hacer las cosas y es desde la frase siguiente que toma significado lo anterior. El trauma no es lo que me pasó sino aquello que cuento. Enfermar es una forma de permanecer anclado a fantasías del pasado. Cada vez que espero que el compañero se comporte conmigo igual que lo hizo ayer, sufro de reminiscencias, de recuerdos.

El psicoanálisis muestra que no es desde las causas que predigo los efectos, como propone el pensamiento positivista sino que desde los efectos reconstruyo las causas. El deseo no preexiste ni se encuentra escondido en un remoto lugar de la psique sino que se produce por interpretación en análisis.

El hombre participa de aquello que le sucede, aunque prefiere atribuir los azares de su vida a la suerte o al hacer de otros. Reconocerse artífice de cómo uno vive permite cambiar. El deseo es siempre en acto y no conoce objeto, sólo le interesa desear. No se puede saber qué se desea, antes de hacer.

Ángela Gallego. Psicóloga Psicoanalista
Miembro del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid
consultadepsicoanalisis@telefonica.net