La frigidez se describe como una forma de impotencia en la mujer, consistente en la incapacidad manifiesta para alcanzar placer durante el acto sexual.
El vaginismo es uno de los rostros de la frigidez y se caracteriza por la contracción involuntaria de los músculos vaginales, hasta el extremo de imposibilitar la penetración, generalmente acompañada de una ausencia del flujo vaginal, necesario para la lubricación que facilita el acceso del pene a la cavidad vaginal.
Otro síntoma concurrente en los casos de frigidez (que es también en sí misma un síntoma) es lo que a veces se conoce por el nombre de anafrodisia, término que hace referencia a una falta de deseo sexual; ahora bien, esta falta de deseo es en realidad siempre “aparente”, no tanto en el sentido de una ausencia de verdad en el rechazo de todo lo genital, algo que ciertamente juega un papel destacado en la frigidez, sino con respecto al deseo en tanto motor del aparato psíquico.
El complejo desarrollo evolutivo de la función sexual se estructura en torno a la aceptación de la diferencia entre los sexos; un hecho que lejos de ser una obviedad nos exige, al menos, los doce primeros años de nuestra vida para ser descubierto.
Qué es un hombre, qué es una mujer son preguntas sin respuesta, o más bien la respuesta no interesa porque no se trata de hacerse una mujer, hecho que la especie otorga, sino de construirse como sujeto deseante, capaz de amar a su elección y trabajar los múltiples caminos de lo humano.
El rechazo, el temor al deseo, que en cualquier persona es sólo una tendencia,ha quedado fijado como forma permanente del goce; de manera que ella no podrá con aquellos hombres a quienes más desea, y sin embargo, su goce será posible con aquellos otros a quienes no admira, e incluso un poco los desprecia.
Como vemos, además de cumplirse con el síntoma un deseo (en este caso un deseo insatisfecho) se produce también un castigo y el castigo siempre está en relación con la culpa, una culpa muda, es decir, la persona no sabe de ella por un reconocimiento consciente sino en acto, pierde objetos que le interesan, tiene pequeños accidentes domésticos, fracasa en empresas a las que ha dedicado cantidades ingentes de tiempo y trabajo, o, en el ámbito de lo sexual es incapaz de disfrutar con el hombre amado.
El amor siempre tiene atributos narcisistas porque en él se persigue la correspondencia, queremos que el otro nos ame, amamos para que nos amen, e incluso nos civilizamos para no perder el amor de los otros. Ahora bien, es diferente amar para que nos amen a amar para continuar amándonos a nosotros mismos, y esta segunda forma de amor que está en relación con la imagen, con ideales imaginarios, con cómo imaginamos que son las cosas, es decir, con la fantasía de que es posible gozar sin hablar, es más predominante en la mujer, o dicho de otra forma, hay una mayor inclinación a caer en esa forma de amor, en esa fascinación imaginaria que, a fin de cuentas, es uno y su imagen especular. En consecuencia, muchas veces la mujer renuncia a tomar el lugar de un sujeto deseante para hacerse objeto de amor (como aquellas damas del amor cortés), busca ser amada a cualquier precio, entrega su vida entera para ser amada ; aunque, en verdad, permanece siempre lejos del amor adulto, o más bien, aún no lo conoce.
Todo sacrificio pide su tributo, por eso, que el "soy feliz si tu eres feliz", canto de sirena que la mujer entona cuando es infeliz, abre las puertas de la tiranía, y antes o después demandará de él una renuncia, hará de los días una discusión.
La frigidez no sólo causa una enorme desazón en la mujer también en su pareja; no permitir al hombre hacerla gozar es en sí una cruel tortura, que lo condena a la impotencia, porque, así como no sentimos nuestro cuerpo sino a través del cuerpo del otro, cuando el cuerpo del otro lo cubre, lo toca, lo convoca, ningún hombre puede sentirse potente no viendo gozar a su mujer.
Es muy importante destacar que la frigidez no responde a un hacer consciente, controlado, y en consecuencia, capaz de solucionarse con racionalizaciones, con ternura (como sucede cuando es sólo susto frente a lo nuevo), sino a un proceso patológico que acontece a nivel inconsciente.
El sufrimiento excesivo, a una misma y a los otros más queridos, que la frigidez impone se cura con psicoanálisis.
Ángela Gallego
Psicóloga Psicoanalista