De acuerdo con las cifras oficiales en España se suicidan de forma explícita 12 personas al día, y en el mundo una persona cada 40 segundos.
El horror de esta realidad se hace aún más feroz cuando a estos casos de suicidio declarado, añadimos la verdad de otras muertes, que lejos de ser accidentales encubren tendencias suicidas consumadas, es decir, las estadísticas sólo tienen en cuenta aquellas formas de suicidio que podemos llamar explícitas, donde la persona, en su padecimiento extremo, pone fin a su vida con un acto de violenta autoagresión; pero no tienen en cuenta esas otras formas de suicidio que permanecen soterradas bajo el disfraz de una enfermedad orgánica intempestiva o bajo el supuesto azar: accidentes de tráfico, laborales y caseros, aparentemente fortuitos.
En la actualidad, incluso el colectivo médico, en general reticente a aceptar la participación psíquica en la etiología de la morbosidad orgánica, habla de enfermedades psicosomáticas, y algunos facultativos admiten, que no sólo la presencia de procesos depresivos empeora el tratamiento y el pronóstico de cualquier enfermedad, sino que, a veces, en la base etiológica de ciertos padecimientos orgánicos, como el cancer, subyace un proceso depresivo agudo y cronificado.
La depresión es uno de los padecimientos anímicos más severos y peligrosos, sobre todo por esta elevada tendencia al suicidio; suicidio que a veces se declara abiertamente, y otras de manera lenta, paulatina, pero con la misma contundencia final.
Estar deprimido no es estar triste, como a veces se dice, pues la tristeza, más allá de su apariencia,es en realidad un estado creativo, donde nos despojamos de los falsos oropeles y aceptamos un poquito de verdad acerca de nosotros mismos, algo que el narcisismo, ese amor propio nada amoroso, nunca recibe con agrado.
Estar deprimido es un dolor sin voz, una ira desconocida que entorpece cualquier paso, una permanente muerte en casa.
La depresión, también llamada melancolía, es conocida en psicoanálisis como la enfermedad sin rostro, en tanto, puede expresarse de manera enmascarada a través de múltiples síntomas orgánicos (dolores de cabeza, cansancio generalizado, afonías, y un largo ecètera) para los que el exámen médico no encuentra causa orgánica conocida; e incluso, puede manifestarse como un estado de presumible mala suerte, donde cualquier proyecto que la persona emprende termina en fracaso.
El cuerpo y la mente no son el uno sin el otro, y su interacción sucede en ambas direcciones; de tal manera, que un desorden orgánico puede generar procesos psicólogos, sirva de ejemplo la aparición de delirios en el periodo postoperatorio a un transplante, y al mismo tiempo, un padecimiento psíquico puede resultar en un daño orgánico.
El psicoanalisis, en tanto método terapéutico, además de prevenir la aparación de trastornos somáticos severos, producidos como solución de continuidad a un sostenido sufrimiento o conflicto psíquico, es también una pieza determinante en la curación y mejor pronóstico de las enfermedades orgánicas declaradas.
Ángela Gallego. Psicóloga Psicoanalista
949.21.27.43 (Guadalajara-España)