martes, 14 de diciembre de 2010

PREGUNTA


No entendí bien está cuestión que usted mencionó acerca de la sexualidad infantil y la creencia de los niños más pequeños en la existencia de un único genital, el genital masculino, pero ¿cómo no va a saber mi nietecito de dos años que hay diferencias genitales?, bastará con que lo vea, pienso yo.
La aceptación de las diferencias no es algo fácil para nadie, de hecho, en las relaciones de pareja la negación de las diferencias alcanza a veces su cenit, de tal forma que insistimos en querer al otro como a nosotros nos gusta que nos quieran o exigimos reciprocidad con nuestro hacer sin respetar los tiempos o los gustos del compañero/a,
Como decíamos en la exposición, en el hombre y en la mujer todo se construye, no nacemos sujetos deseantes, sino deseados, es porque otro humano quiso nuestro nacimiento que llegamos al mundo, tan es así ,si me permiten el inciso, que los mal llamados embarazos no deseados nunca son tales, lo que pasa es que esa joven que se queda embarazada, cuando le dice a su familia que va a tener un niño la tratan de imbécil, de puta y no sé cuantas otras bestialidades, en vez de apoyarla como en cualquier otra situacion de la vida, para que pueda continuar haciendo las cosas que le corresponden, como estudiar, salir con las amigas, conocer a chicos pero en vez de eso muchas veces sucede que se la maltrata, se la castiga “a partir de ahora se acabó el ir al instituto” “ a partir de ahora no puedes salir por las noches”….y así cómo va a decir ella que deseó ese embarazo, no la dejan decirlo, la criminalizan y además le transmiten la idea tan errónea de que a los niños sólo los crían las madres cuando en realidad nadie cría a sus hijos solo, hace falta mucha gente para educar a un niño, aunque luego seamos desagradecidos y digamos cosas como “a mi hijo lo eduqué yo solita o yo solito”; bueno, y además si la madre se empeña en llevar esa fantasía a la realidad y en ser sólo ella quien se ocupe de ese niño lo hace tonto, lo enferma, le impide que entre en el mundo, que diferencie el cuerpo de la madre de su propio cuerpo.
Entonces, como íbamos diciendo esta cuestión de las diferencias que aparentemente parece tan sencilla, no lo es, e incluso los órganos sensoriales tampoco son testimonio de nada sino del engaño, podríamos decir como bien recoge el saber popular “que uno ve lo que quiere ver”o más bien “que uno no ve lo que no quiere ver”, por eso la reacción inicial del niño ante la visión del genital femenino es negar la evidencia, para después pensar que esa diferencia es resultado de algún castigo.
Claro está que los niños no siempre hablan con la libertad necesaria para poder observar sus procesos evolutivos y en muchas ocasiones ocultan o dicen aquello que bien saben el adulto quiere escuchar, porque los niños además de ser muy inteligentes prestan máxima atención a los adultos que conforman su familia.
La sexualidad humana es una organización psíquica que hemos dicho se constituye en dos tiempos, una primera etapa que dura hasta los cinco años, más o menos, primer despertar que es seguido por un periodo de latencia y un nuevo florecimiento al llegar la pubertad que conocemos como metamorfosis de la pubertad. En todo este recorrido se va a configurar primero la existencia de un padre y de una madre, y más tarde la existencia de dos sexos, masculino-femenino. Los niños muy pequeños, si se les deja hablar, sin querer corregirles, al ver a una mujer la llaman mamá, dicen “una mamá”.
Ahora bien, todo este recorrido que la función sexual realiza y que no concluye hasta la pubertad cuando esa sexualidad infantil se precipita inconsciente, pues bien, todo ese recorrido está marcado por la simbolización de la falta, falta que introduce la diferenciación sexual cuando a nivel inconsciente se pone en relación la sexualidad con la muerte, es decir, con saber que no sólo el otro me puede faltar , ausencia-presencia, sino que yo le puedo faltar al otro. Y será esa aceptación de incompletud lo que nos va a introducir en el mundo humano, en la realidad simbólica, en el lenguaje.
En la pareja, cuando uno quiere y es querido, es muy fácil volver a caer en esa ilusión infantil de un único sexo, que no es sino una ilusión de completud, de inmortalidad.