Cuando Pedro salió a su ventana
no sabía, mi amor, no sabía
que la luz de esa clara mañana
era luz de su último día.
Y las causas lo fueron cercando
cotidianas, invisibles.
Y el azar se le iba enredando
poderoso, invencible.
Cuando Juan regresaba a su lecho
no sabía, oh alma querida
que en la noche lluviosa y sin techo
lo esperaba el amor de su vida.
Y las causas lo fueron cercando
cotidianas, invisibles.
Y el azar se le iba enredando
poderoso, invencible.
Cuando acabe este verso que canto
yo no sé, yo no sé, madre mía
si me espera la paz o el espanto;
si el ahora o si el todavía.
Pues las causas me andan cercando
cotidianas, invisibles.
Y el azar se me viene enredando
poderoso, invencible.
Nota de Revista Digital de Psicoanálisis: y así, sin que el hombre ni la mujer sepan de su telar qué hilo enreda, su vida se teje y desteje en la madeja de su hacer inconsciente: el inconsciente, aquello de lo que sólo sabemos por sus resultados en la realidad.