Para aprender cualquier cosa es necesario el goce de la repetición; sólo aquello que conquisto con alegría se hace enseñanza, sólo aquello que repito se hace tendencia.
Ahora bien, el goce de la repetición siempre introduce la diferencia, por ejemplo: ningún escritor es el mismo después de cada cuento escrito, algo en su escritura mejora después de cada vez.
Si no hay diferencia, entonces no se trata del goce de la repetición sino del retorno de lo reprimido, que de manera patológica repite e insiste algo de la sexualidad infantil actual en él.
La sexualidad infantil es aquella que en el adulto debe estar reprimida y cuando no es así produce síntoma.