miércoles, 12 de enero de 2011

ENURESIS

La enuresis o eneuresis consiste en micciones involuntarias y persistentes generalmente durante la noche, aunque también pueden acontecer en el día. Es importante aclarar que no es un síntoma que sólo padezcan los niños sino también los adultos (de la enuresis en la edad adulta hablaremos en próximos artículos)
La primera pregunta que nos acecha al abordar este trastorno es a partir de qué edad se puede hablar de enuresis. El control de los esfínteres comienza entre los 18 y los 24 meses y cuando decimos comienza es precisamente eso lo que deseamos señalar, que no se trata de una conquista lograda a esa edad, como se pretende de manera equivocada en algunas revistas para padres o en el discurso de algunas familias, sino del comienzo de esa actividad y no será hasta los 4 o 5 años cuando los nervios sacros, que producen la contracción de los músculos reguladores de la micción, la defecación y la erección, alcancen su madurez. En consecuencia no se puede hablar de enuresis antes de los 5 años e incluso de los 7 años. A veces la urgencia de los padres y cuidadores por ver crecer al niño confunde con un síntoma lo que en realidad es un proceso de crecimiento sujetado a una temporalidad necesaria que no puede anticiparse.
Como vemos las funciones vesicales y las funciones reproductivas guardan cierta asociación a nivel fisiológico, siendo incluso la uretra el mismo conducto para la excreción de orina y de semén. Las sexualidad en la infancia está en relación con conductas autoeróticas, es decir, que se satisfacen en el propio cuerpo como la succión del dedo, la retención de las heces o jugar con los genitales. El acto de orinar produce también llamativas sensaciones corporales y sirve, además de cumplir una importantísima función fisiológica, para la producción de placer, como muestra muy gráficamente uno de las frases que en la edad adulta más suena en los labios de alguién que experimenta la urgencia de orinar y por fin encuentra un aseo: ¡qué gusto!.
La relación del niño con sus padres no está exenta de atracción sexual, que en el curso del desarrollo será reprimida y desviada hacia otros amores posibles. Puede ocurrir que en la vida familiar convivan costumbres en extremo relajadas respecto a las prácticas de aseo y vida conyugal (puertas siempre abiertas, bañar a los niños hasta edades avanzadas porque "no se aclaran bien el pelo", vestirse y desnudarse en espacios comunes) junto con una rígido oscurantismo en torno a lo sexual, es decir, una falta de conversaciones acerca de la sexualidad humana, una ausencia de escucha a las preguntas que el niño formula.
La enuresis nos habla de algo que el pequeño no puede controlorar, de una sobreexitación que encuentra su expresión en la masturbación o en prácticas análogas como la micción nocturna, que a modo de polución, da expresión a la ambición de poseer a la madre. Mostrar al niño que su madre es la mujer de su padre siempre tranquliza pero este proceso esencial lejos de ser algo simple es un hacer bastante complicado que está en relación con la existencia de una convivencia en pareja entre los padres, o dicho de otra forma, si la mujer trata a su marido como a otro de su hijos, regañándole delante de ellos, rebajando sus maneras y opiniones, recriminándole que gana poco dinero o cuestiones parecidas, en definitiva, desautorizándole frente a los hijos, entonces el lugar del padre queda negado y se inicia el síntoma en forma de enuresis acompañada generalmente por terrores nocturnos .
Antes de proseguir nuestra exposición de los mecanismos psíquicos implicados en los casos de enuresis infantil es necesario señalar que lo hechos más importantes en un ser humano a nivel mental, y en consecuencia en la construcción de su realidad, son siempre inconscientes, fuera del control de la consciencia y de su mal llamada fuerza de voluntad, por eso que los padres no son culpables de nada, más bien al contrario, son también víctimas de un pensamiento inconsciente, heredero del discurso familiar o estatal, que gobierna en ellos. Ahora bien, sí es ciertamente una responsabilidad de los padres ante el menor buscar a un especialista que atienda a ese hijo que sufre en exceso, porque los trastornos psíquicos cursan en cualquier caso con un penar de más.
Otro síntoma concurrente al de enuresis es los malos resultados académicos.Es frecuente que la familia espere del niño grandes proyectos, digamos que tiene su ambición, sus aspiraciones puestas en ese niño, siendo habitual que en estos casos los padres hablen de los sacrificios que toda la familia padece para que el niño pueda estudiar y sin embargo él nada puede. En este decir subyace una ideología muy fomentada por algunos medios, que es incluso corriente de opinión y consiste en pensar que cuidar a lo hijos nada tiene que ver con cuidarse a uno mismo, de tal manera que hasta llega a cuestionarse si es bueno que ambos padres trabajen. Debemos saber que en realidad, se ocupa más y mejor de sus hijos quien se ocupa más y mejor de su propia vida, digamos que ir al trabajo, leer, ir al cine con la pareja, o cualquier otra actividad en lo social es ,en resumen, la mejor forma de ser padre porque los hijos necesitan que se les deje crecer y crecer entre personas que son felices porque sólo cuando se es feliz, cuando se tiene una vida gustosa se puede amar bien a los otros.
Por otro lado, al mismo tiempo que al niño se le exige un rendimiento exagerado se tienen dudas sobre su capacidad y se le considera incapaz de logro alguno, es algo así como si los familiares pensasen “si no puede ni siquiera cuidar de su propia higiene como va a poder con otras cosas” . Esta falta de confianza en la capacidad del niño está también en relación con sus vicisitudes escolares; insistimos de nuevo que éste es un pensamiento inconsciente, del que los padres nada saben a nivel consciente e incluso su comunicación les provoca un previsible rechazo.
Nadie es culpable de nada, ser padre es una historia llena de errores y de aciertos. Para educar a un niño no son necesarias dos personas sino un colectivo. La enuresis es un trastorno que tiene tratamiento.

Ángela Gallego